¿Has leído Happycracia? Tiene un título intrigante y su promesa es abrirte los ojos frente a un sistema que te obliga a ser feliz 😨 Un punto de partida prácticamente irresistible para alguien que estudia la Felicidad. Siendo encima filósofa, es decir amante de las provocaciones intelectuales, no podía quedarme sin leerlo.
Resumiendo mucho muchísimo, la tesis central es que la felicidad no es un deseo puramente humano, auténtico y natural, sino un producto que nos venden, sustentado en una ciencia (de dudosa credibilidad y sorprendente financiación) y promovido por una industria que hace negocio con eso. Hay una especie de complot internacional que nos invita a poner la felicidad en un primer plano para anestesiarnos y explotarnos cada día un poco más.
Edgar Cabanas y Eva Illouz parecen compartir la visión filosófica del coreano Byung-Chul Han: perseguir la autorrealización (felicidad) es en realidad una condena, es la paradoja de la libertad que se vuelve autoexplotación infinita.
Según el ensayo, la felicidad-imperativo va de la mano de un mito dañino, el del sueño americano, y cumple con los intereses del mercado, pero no de la sociedad. Es decir, tras tanto programa orientado a que seamos felices, se esconde la motivación opuesta: hacernos miserables.
¡Happycracia nos pinta un panorama distópico, sin duda! 😱
¿Es posible «salvar la felicidad» o hemos de tirarla a la basura corriendo, cual manzana envenenada?
No prometo respuestas definitivas, sino nuevos enfoques que abran el debate. A continuación enumero las 12 tesis más provocadoras de Happycracia (en orden aleatorio) y mi propuesta de reflexión al respecto.
1. La felicidad es meritocrática y se olvida de las circunstancias
Es verdad, la Psicología Positiva pone el foco en lo que depende de ti. Las circunstancias son lo de menos, por muy cruel que pueda sonar eso. Personalmente y más allá de cualquier estudio que fundamente esto o lo otro, creo que nos ayuda mucho centrarnos en la parte de realidad que podemos modificar en lugar de quedarnos en la queja y en el victimismo. Hay algunos hechos que no podemos cambiar (que haga sol o llueva, o tener el padre y la madre que nos tocó tener, por decir algo), y otros muchos hechos que sí podríamos modificar, según qué decisiones tomemos. Las circunstancias importan pero evitemos escudarnos en ellas. ¿Buscamos culpables o soluciones?
2. La felicidad invierte la pirámide de Maslow
¿La realización personal importa más que la situación económica?
Es muy provocador pero parcialmente cierto: todo el mundo conoce a personas que consideraría felices y realizadas (aunque con «pocos» recursos materiales) y viceversa a personas amargadas e infelices a pesar de su riqueza. Aun así, es una cuestión delicada. No recuerdo qué filósofo decía que no se puede filosofar con el estómago vacío. Que nuestra realización personal importe más que la situación económica no puede usarse como arma cínica para gobernar, descuidando lo más básico.
3. La felicidad potencia la infelicidad
En la Happycracia la felicidad es meritocrática.
Entonces si no soy feliz es «por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa».
Uy, aquí sí que el tema es puntiagudo. Insistir en que tienes un enorme poder sobre lo que ocurre parece insinuar eso, que si no eres feliz, es tu culpa (y eso te hunde la moral y te hace más infeliz aún). Sin embargo, desde mi punto de vista, la felicidad pasa por aceptar que no todo depende de ti y que eso está bien. Te diré más, pasa por apreciar la belleza de las cosas imperfectas e incompletas. Renunciar a la perfección y a tenerlo todo es un prerrequisito para ser feliz. Eso descubrí gracias al Wabi Sabi.
4. La felicidad es consumista
¿Quién no ha caído en esa tentación, la de seguir siendo consumista aunque sea de productos «experienciales» o incluso «espirituales»? Está bien reconocer que podríamos meternos en un círculo vicioso de compras y seguir en la insatisfacción. También está bien darnos cuenta de que no todas las compras son iguales. Si tengo claro que ahí no reside la solución definitiva a todos mis problemas ni depende de ello mi felicidad, ¿cuál es el inconveniente? Puedo adquirir cursos, productos y viajes que me dan bienestar sin que se me juzgue por ello.
5. La felicidad causa insatisfacción
La felicidad es una meta inalcanzable, nunca llegarás a tu mejor versión. Aquí diría lo mismo que antes. Urge un cambio de mentalidad. El hecho de no llegar, de seguir siendo incompletas e imperfectas, no es un problema. La única vez que «llegamos» en la vida es cuando esta se concluye, cuando morimos. Todo lo demás, es un camino. La clave está en disfrutar de cada etapa, porque la función más importante de cualquier objetivo es motivarnos a andar, marcar una dirección. Estar en movimiento (físico y simbólico) es lo que importa, e importa mucho más que llegar. Hoy eres tu mejor versión posible. Mañana serás otra.
6. La felicidad es sólo marketing
Uno de los argumentos del autor para empujarnos a desconfiar de todo lo relacionado con la felicidad es el hecho de que se “usa” con fines marketinianos. Es evidente que está de moda y seguramente se abusa del concepto, ¿pero tiene sentido rechazarla por esta razón?
Es como ir en contra de todo tipo de voluntariado porque algunos hablan de sus iniciativas sociales en grandes lonas de publicidad y ganan puntos de reputación a golpe de donaciones a ONGs. Es decir, hacen marketing. ¿Es lícito visibilizar estas acciones? ¿Sigue siendo importante que haya aportaciones a proyectos solidarios o primero hemos de asegurarnos de la integridad moral de quienes donan?
Lo mismo ocurriría con la inversión en felicidad. ¿Tener como objetivo facilitar a las personas la felicidad, ofreciendo un contexto amable, respetuoso y abierto en una empresa, por ejemplo, es un acto del demonio si resulta que quien invierte en ello ha notado que eso también repercute positivamente en los resultados?
Una vez más la cuestión es ética. Desde un punto de vista ético quisiéramos ver gestos generosos auténticos, donde ayudar al prójimo naciera exclusivamente de un instinto de bondad que no pide nada a cambio. ¿Es factible exigir algo así?
Así como ayudar a quien más lo necesita seguirá siendo una acción noble e importante, promover la felicidad de cualquier persona también lo será. Es algo bueno y útil.
Que luego las organizaciones lo distorsionen o no sean coherentes “vendiendo” felicidad mientras desatienden otros aspectos básicos como unas condiciones salariales adecuadas para su plantilla, la honestidad con sus clientes, etcétera, es otra cosa.
7. La felicidad es un axioma
Se habla del axioma de la felicidad como la meta última. Sí, seguramente sea un axioma. Cada cual elige el suyo. El autor cree que el conocimiento y la justicia son los valores más importantes (“revolucionarios”) antes que la felicidad. Es otro axioma. Igualmente me pregunto: ¿la felicidad acaso excluye el conocimiento y la justicia?
8. La felicidad es individualista
Con lo relevantes que es cultivar unas relaciones humanas de calidad, dudo mucho de que se pueda alcanzar la felicidad siendo individualista. Buscar la felicidad es buscar un equilibrio; lo individual no puede subsistir fuera de una vida común.
9. La felicidad genera el tabú de la infelicidad
Según Edgar y Eva la felicidad en términos de alegría y “emociones positivas” se ha vuelto una imposición y lo de ser infeliz (triste) por ende se ve como negativo e insano.
Hasta donde sé, la Psicología Positiva distingue entre emociones agradables y desagradables (las que normalmente llamamos positivas y negativas), y lo hace justo para subrayar que todas las emociones son funcionales, aunque no todas nos gusten. También es verdad que si deseamos sentir plenitud y satisfacción en nuestra vida, lo que buscamos es experimentar con mayor frecuencia las emociones «positivas» frente a las «negativas». Si todo el rato estoy triste, es complicado mantenerme en un estado de salud física, mental, emocional. Eso no significa huir de la tristeza, ira, miedo, etcétera que puntualmente y necesariamente experimentaré.
10. La felicidad implica renunciar a cambiar el mundo exterior
Es verdad que la felicidad implica en parte retirarse al interior, porque surge del autoconocimiento. Pero no creo que eso implique renunciar a cambiar lo exterior. Lo interior y lo exterior son mundos interconectados e interdependientes.
Inevitablemente, al cambiar algo dentro de mí, mi mentalidad y actitud, cambian mis acciones, con lo que influyo en otras personas y situaciones, es decir, inspiro y provoco otros cambios exteriores, en mi entorno. Por mi parte opino que los cambios más relevantes han de darse primero en tu interior para conseguir ese equilibrio inestable que es la felicidad.
11. La felicidad implica más inseguridad
Según Edgar y Eva se nos empuja a ser emprendedores dentro o fuera de una empresa y a enfrentarnos solos a la incertidumbre del mercado. Este asunto es peliagudo.
Por un lado, emprender dentro de una empresa, es decir tener iniciativa, me parece una bonita oportunidad (aunque seguramente el autor insinúa que se trata más bien de una velada obligación y un extra de responsabilidad que «no nos corresponde»).
Por otro lado, el hecho de que nos inviten a emprender fuera de la empresa (como en el nuevo spot de Apple), ¿es tan cool como parece? ¿Es una decisión consciente? Existe el lado oscuro de la precarización. Asumir grandes dosis de incertidumbre y soledad es duro. La inseguridad laboral genera estrés, es verdad. Puede ser que todo nos incite a “buscarnos la vida” a nivel profesional, pero ¿se vivía mejor con “garantías”, con el puesto fijo hasta la jubilación? Yo no lo sé. En todo caso, ¿la causa de este complejo contexto VUCA, BANI y postpándemico es de la felicidad (vista como engaño del neoliberalismo)?
12. La felicidad nos anestesia
Edgar y Eva subrayan el afán de la industria de la felicidad por cultivar la gratitud y la resiliencia, por leer cada crisis como oportunidad.
Su duda es la siguiente: ¿se trata de una forma de anestesia o ceguera?
Totalmente cierto, los promotores de la felicidad estamos hablando constantemente de estas y otras habilidades blandas o soft skills. Pero ser personas agradecidas, flexibles, capaces de aprender de los errores…¿es lo peor que nos podría pasar? ¿En serio creemos que la felicidad es incompatible con la justicia social y no nos permite organizarnos colectivamente ni realizar cambios?
¿Qué opinas tú sobre la felicidad como imposición?